Agronomía
Reseña Histórica
Anteriormente parte de la antigua Chacarita de los Colegiales, este barrio recibió su denominación actual en 1904, oportunidad en la que se emplazó el Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria. En aquella época existió un proyecto de formación de un gran parque público que nunca llegó a concretarse, emplazándose allí más tarde la actual Facultad de Agronomía y Veterinaria.
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Almagro
En su antigüedad, almagro era un terreno llano, fértil, con gran circulación ya que fue uno de los primeros camínos de Buenos Aires. Se lo conocía por el nombre de camino de los huesos debido a los arreos que se hacían por Castro Barros y Medrano rumbo a los mataderos del a ciudad, los cuales dejaban un tendal de osamentas de animales. Este camino era nuevamente apisonado por posteriores arreos, constituyendose como uno de los mejores senderos para la tropilla, especialmente en invierno, época en la cual las carretas corrían riesgo de hundimiento en zonas pantanosas.
En el año 1839 las tierras de la zona, un total de 18 hectáreas, fueron compradas por Julián Almagro. Años más tarde fueron donadas para que se construyera la estación del primer ferrocarril que circuló en el país. Al haber sido realizada la donación por Almagro, la estación recibió su nombre, el cual le otorgó posteriormente su denominación a la zona.
Almagro fue zona de quintas antes y después del paso del tren. Si bien el tren transformó radicalmente al barrio, la evolución se afirmo como nunca a partir de la instalación del tranvía, y por la aparición de un brote de fiebre amarilla, logrando que muchos porteños de clase alta migraran desde el centro de la ciudad hacia sus quintas.
Hoy en día este es uno de los barrios más tradicionales y muy relacionado con el tango y los típicos cafés porteños. Por sus calles y bares transitaron muchos de los grandes del tango. Almagro tiene el privilegio de ser el primer escenario que escuchó cantar a Carlos Gardel. Gardel, también conocido como el zorzal, fue alumno del Colegio Salesiano Pio IX y cantó en su coro en la parroquia San Carlos ubicada en Quintino Bocayuba e Hipólito Irigoyen. Además, en sus primeras interpretaciones solía cantar en un bar que se encontraba en la avenida Rivadavia 3824. Lo hacía con su compañero, al que él apodaba el Negro Congo. Gardel cantaba un par de canciones y Congo pasaba el sombrero para recaudar algunas monedas.
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Avellaneda
El parque “Presidente Dr. Nicolás Avellaneda” se encuentra ubicado en casi toda su extensión en lo que fuera la antigua chacra “Los Remedios”, que perteneció a la familia de don Domingo Olivera. La vieja quinta se remonta al siglo XVII, cuando la Hermandad de la Santa Caridad erigió en esas tierras una capilla, hoy parroquia de San Miguel, consagrando un oratorio a Nuestra Señora de los Remedios. En 1822, secularizada la Hermandad, cedió su lugar a la Sociedad de Beneficencia, la que en remate público vendió la quinta en 1828 a don Domingo Olivera. La chacra fue usada como centro de experimentación agrícolo-ganadera y distintas generaciones de los Olivera ocuparían el casco del establecimiento, que aún hoy conserva sus características esenciales. La chacra fue objeto de sucesivos fraccionamientos, hasta que el 7 de marzo de 1912 la Municipalidad adquirió el terreno comprendido por las calles Lacarra, Directorio, Moreto y Gregorio de Laferrere, para formar allí un parque público. El 28 de marzo de 1914 se inauguró oficialmente el mencionado parque con la denominación de “Olivera”. El 14 de noviembre de ese mismo año recibió finalmente su denominación actual, que es el nombre que por extensión recibió el barrio nacido a su alrededor.
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Balvanera
Inicia su historia en 1799, cuando el religioso franciscano fray Damián Pérez recibió en donación un terreno en el que tiempo después se erigió una capilla dedicada a Nuestra Señora de Balvanera. El 1º de abril de 1831, monseñor Mariano Medrano y Cabrera procedió a construir la Parroquia de Nuestra Señora de Balvanera, signo de la importancia que iba adquiriendo la zona. Cinco años después la Parroquia contaba con 3.635 vecinos.Dentro de los actuales límites de este barrio, se encuentra la tradicional plaza de Miserere, cuya denominación alude al apodo con que era conocido don Antonio González Varela, dueño de estas tierras durante el siglo XVIII. La plaza fue un importante escenario durante las invasiones inglesas y desde allí don Santiago de Liniers fue donde se intimó la rendición del general Guillermo Carr Beresford.
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Barracas
Recibe su nombre de las antiguas barracas que a fines del siglo XVIII comenzaron a construirse en la orilla izquierda del Riachuelo. Se estima que las primeras construcciones eran improvisados y precarios galpones construidos a fin de almacenar cueros y otros productos, de la zona comprendida entre las actuales barrancas del Parque Lezama y la Vuelta de Rocha, para luego ser embarcados en el Riachuelo.. Existieron varias barracas en la Ciudad, nombradas de diferentes maneras, en este caso, se las llamaba las Barracas del Riachuelo.
Por aquellos años no era una zona habitada y se destacaba por su ubicación estratégica. Ubicado en sus inmediaciones funciona un puerto y un Arsenal de Marina para evitar posibles invasiones extranjeras. Además, hasta 1872 funcionaron en el noroeste de Barracas los Mataderos del Sur, llamados también de la “Convalecencia” o del “Alto”, cerrados debido al gran nivel de contaminación que producían, ya que evacuaban los desperdicios animales directamente al flujo del Riachuelo. Con el paso del tiempo, Barracas se convirtió en un barrio de quintas, con la actual avenida Montes de Oca como una de las más importantes, sobre la cual se erigieron lujosas casonas y quintas donde residían importantes familias de figuración política y social .
En los terrenos que fueron propiedad de la familia Guerrero se construyeron verdaderos palacios rodeados de imponentes jardines, uno de ellos es la actual plaza Colombia, inaugurada en 1937.
El puente de Gálvez
Desde la zona de barracas se podía cruzar el Riachuelo en peligrosas canoas, las cuales no soportaban el peso para trasladar carruajes y ganado. El 1° de diciembre de 1791, a fin de subsanar este inconveniente, se inauguró el flamante puente de madera de Gálvez, cuya construcción estuvo a cargo de Juan Gutiérrez Gálvez, vecino del lugar y propietario de una de las canoas que cruzaban el Riachuelo. En aquella época, dependiendo de la carga y la cantidad de animales, los usuarios debían abonar una tarifa por la utilización del puente. En el año 1806, para impedir las invasiones inglesas, este puente fue incendiado. El paso fue reconstruido y remodelado en variadas ocasiones y durante muchos años, las inundaciones y los factores climáticos adversos fueron un gran inconveniente. Años más tarde, en 1858, Prilidiano Pueyrredón, hijo del general Juan Martín de Pueyrredón, propuso al gobierno reemplazar el actual puente de Barracas, que en su momento se encontraba en estado de completa ruina, por uno sólido, espacioso y cómodo para el tránsito terrestre y fluvial. El 9 de noviembre de 1871 se inauguró el nuevo puente que, a pesar de tener una construcción de hierro y con pilares apropiados, en 1884 una feroz crecida arrasó con la obra. Finalmente en 1903 se inauguró un nuevo puente y en 1931 se habilitó el actual con el nombre de Puente Pueyrredón.
La parroquia de Santa Lucía
La Capilla de Santa Lucia encontraba originalmente en el actual cruce de las calles Sarmiento y Montevideo, hasta que, en 1783, doña María Josefa de Alquizalete hizo trasladar la capilla a su quinta de Barracas. En la actualidad, la Iglesia de Santa Lucia simboliza el corazón católico del barrio sureño.
Una historia de amor, tragedia y desencuentro
La Iglesia de Santa Felicitas se encuentra en la calle Isabel La Católica, entre Pinzón y Brandsen, justo donde se encontraba la quinta de Don Martín de Alzaga, importante y rico comerciante de origen vasco. Su hijo se casó con Felicitas Guerrero, una hermosa mujer de reconocida familia, la cual también era propietaria de una quinta en la zona. El matrimonio tuvo dos hijos que murieron de niños, y a los 26 años de edad, Don Martín fallece. Felicitas, una mujer joven, hermosa y adinerada. No fueron pocos los pretendientes a casarse con la joven viuda. Uno de ellos, Enrique Ocampo, fue ignorado cuando Felicitas conoció a Sáenz Valiente, al que prefirió. Ocampo intentó reconquistarla, sin lograrlo, hasta que una tarde, desesperado, se presentó en la quinta y pidío hablar con Felicitas a solas. Es ahí donde luego de una fuerte discusión se oyeron dos sonidos de bala. Uno hirió de muerte a Felicitas, que falleció tras una lenta agonía, y otro con el que desesperado, Ocampo se suicidó. En memoria de su hija, los padres levantaron en 1875 cuyo diseño estuvo a cargo del arquitecto Bunge. Esta construcción combina elementos netamente eclécticos, con reminiscencias góticas. Es la única Iglesia de Buenos Aires donde se encuentran estatuas que representan a seglares. Están realizadas en mármol de carrara y representan a Felicitas con sus hijos y a Martín de Alzaga. En la habitación que linda con la sacristía, está la tumba de mármol que guarda los restos de Felicitas.
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Belgrano
Este barrio formó parte del Pago de los Montes Grandes, tierras muy propicias para el pastoreo y la cría de ganado que se extendía desde Retiro hasta San Isidro.
Esta zona era el camino obligado para quienes se dirigiesen hacia las provincias del norte, registrando un intenso tránsito por el llamado Camino Real, luego Camino del Alto, más tarde, 25 de Mayo y finalmente avenida Cabildo. Como todo camino transitado, existían pulperías en donde los viajeros hacían un alto. Ubicada en el Camino Real, una de las más conocidas era la famosa pulpería La Blanqueada. Además, este camino era empleado para el traslado de materiales desde La Calera, establecimiento productor de productos a base de cal y otros materiales de construcción.
Como todo camino transitado, existían pulperías en donde los viajeros hacían un alto. Una de las más conocidas era la famosa pulpería La Blanqueada, que se encontraba en el Camino Real.
El Pueblo de Belgrano
El actual barrio fue en sus inicios un municipio perteneciente a la Provincia de Buenos Aires. Con el paso del tiempo su población fue aumentando y se edificaron grandes y señoriales construcciones. El 6 de diciembre de 1857 se aprobó por decreto el nombre del pueblo, en homenaje al creador de la bandera, y se comenzó con el proyecto de su construcción.
Sin dudas, el acontecimiento más importante para el Pueblo de Belgrano sucedió en 1880, a raíz del levantamiento de Tejedor. El lugar comenzó a tomar gran importancia al convertirse abruptamente en sede del gobierno nacional, siendo provisoriamente capital del país. Durante ese período las sesiones de las cámaras tuvieron lugar en el edificio de la municipalidad local, hoy sede del Museo Histórico Sarmiento.
El nacimiento del barrio
El 28 de septiembre de 1887 la Provincia de Buenos Aires cedió a la Nación los partidos de San José de Flores y Belgrano, de esta manera, el pueblo pasó a depender de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, transformándose en un nuevo barrio.
Desde aquellos tiempos, Belgrano fue uno de los barrios más residenciales y pintorescos de la Ciudad. En sus calles funciona el Museo de Arte Español Enrique Larreta, la Iglesia de la Inmaculada Concepción, conocida como la Iglesia Redonda, inaugurada el 8 de diciembre de 1878 y la primera escuela con todos los grados de Argentina y con la primera graduación mixta, el Colegio Casto Munita.
Posee gran cantidad de viejas e importantes casonas señoriales, típicas de fines del siglo XIX, y modernos y sofisticados edificios que han sido construidos en sus cercanías.
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Boedo
Este barrio debe su nombre a Mariano Joaquín Boedo, prócer de la independencia argentina y diputado nacional por la provincia de Salta. Fue abogado y jurisconsulto. Participó activamente de las jornadas de 1816 que aquel 9 de julio declararon la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata del rey de España. Como Vicepresidente del Congreso de Tucumán fue uno de los firmantes del Acta de la Independencia. Nuestra Ciudad rescató su recuerdo y lo incorporó al catastro municipal el 6 de marzo de 1882, dando origen a la calle que hoy lleva su nombre, por iniciativa del entonces presidente de la Corporación Municipal Torcuato de Alvear.
Con el correr del tiempo la zona semi-rural que rodeaba la calle Boedo se fue transformando. Era una importante vía de circulación utilizada por vehículos de tracción a sangre y por tropillas de animales arriadas a los antiguos mataderos. Más adelante, y con la llegada de los primeros tranvías, la zona se pobló y se convirtió en barrio.
El barrio fue habitado por inmigrantes que pronto comenzaron a organizarse. Las nuevas corrientes políticas definidas por anarquistas y socialistas se hacían presentes y se expresaban culturalmente con grupos literarios y artísticos, además, diferentes expresiones del tango como un nuevo mensaje social suburbano surgían en la zona.
El Grupo Boedo, parte integrante de la historia del barrio
En Boedo 837/39, un local ubicado en el fondo de la construcción que ha llegado a nuestros días, Antonio Zamora se reunía con jóvenes escritores; Elías Castelnuovo, Álvaro Yunke, Leonidas Barletta, Roberto Arlt, Nicolás Olivari, Roberto Mariani, y otros, que constituyeron el “Grupo Boedo”. Eran jóvenes proletarios representativos de intereses de perfil popular coherente con su formación política y su calidad de vida. Expresaban las necesidades de cambio ante una sociedad cargada de injusticias sociales, desequilibrios e iniquidades, en una realidad que ellos estaban convencidos de poder cambiar.
La contraparte del “Grupo Boedo” era el llamado “Grupo Florida”, que se reunía en un local de la calle Tucumán, a escasos metros de Florida, de ahí su nombre. Escribían en la publicación Martín Fierro, representaban otra realidad y se dirigían a otro público. La ubicación geográfica de estos grupos es significativa si pretendemos establecer un plano de comparación. Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal, Gonzáles Lanuza, Jorge Luís Borges, Jacobo Fijman, y Roberto Ledesma son los más representativos de un grupo donde predominó la expresión poética, cargada de influencias caricaturescas, metáforas y rasgos y rasgos irónicos que le otorgaban cabida a un público determinado, incorporando nuevas tendencias europeas.
Un barrio en donde se respira tango
El tango es otra de las expresiones populares que recalaron en Boedo. No es casualidad que sus cafés históricos hayan sido campos propicios para el encuentro de los nuevos músicos tangueros, lugares para dar rienda suelta a su vena poética y musical y a compartir espacios de encuentro. Su carácter de barrio residencial y tranquilo, su efervescencia cultural que originó a un nutrido grupo de escritores reunidos bajo el nombre de Grupo Boedo, el tango y la vida deportiva completan el cuadro de la diversidad y la riqueza cultural de este barrio que nos regala imágenes características de la porteñidad.
Las empresas fumigadoras son la mejor opción para garantizar un control eficaz de especies que puedan afectar nuestro bienestar. Nuestra empresa brinda soluciones en el barrio de Boedo, efectuamos el control de plagas comunes como son cucarachas, ratas y otros roedores, pulgas, murciélagos y otros animales e insectos, tanto por prevención como por intrusión del local.
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Caballito
El barrio debe su nombre a la pulpería que en 1804 instaló don Nicolás Vila en la esquina de las actuales Rivadavia y Emilio Mitre, y que era reconocida por su típica veleta en forma de caballito. Como todos los barrios del oeste, también éste progresó en forma notable con la llegada del ferrocarril, que desde 1857 atravesó el barrio adoptando el nombre de la famosa pulpería para su estación en el lugar. Zona de lujosas quintas a lo largo de la actual avenida Rivadavia, era para los porteños un lugar de fin de semana. Precisamente de una de esas quintas, la de Ambrosio Plácido Lezica, nace en 1928 el parque Rivadavia. El tranvía y más tarde el subterráneo, contribuirán y en mucho al desarrollo de este barrio, hoy en día uno de los más residenciales de Buenos Aires, y en cuyo interior se encuentra localizado el centro geográfico de nuestra ciudad. En la plaza Primera Junta, una réplica de la tradicional veleta del caballito nos retrotrae a aquellos tiempos en que el barrio era el descanso obligado antes de ingresar a Buenos Aires.
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Chacarita
Este barrio era conocido como la Chacarita de los Colegiales y hoy resulta difícil disociarlo de la presencia del cementerio, que nació ante la urgencia desatada en nuestra Ciudad ante la epidemia de fiebre amarilla.
Desde las lejanas épocas fundacionales de Buenos Aires, cuando don Juan de Garay en 1580 ratificara la gesta de don Pedro de Mendoza, las tierras de la trinidad, que ahora conforman los barrios de Chacarita, Colegiales, Villa Ortúzar, y otros cercanos, pertenecían a los llamados “Montes Grandes” o “Pagos de la Costa” que, más adelante, constituyeron los “Partidos de Campaña”. Esas tierras iban desde la actual zona de Retiro hasta San Fernando. El fundador Garay imaginó que esa región se debía destinar a la labranza y a chacras, o para la cría de ganado.
Las más antiguas referencias históricas sobre la “Chacarita” y sus alrededores, corresponden a los comienzos del siglo XVII. En diciembre de 1608, cuando gobernaba Buenos Aires el criollo Hernando Arias de Saavedra –Hernandarias- se completó la mensura de la Ciudad. Entonces se delimitaron las extensas posesiones que se donaron a los sacerdotes de la Compañía de Jesús, conformando la estancuela o dehesa que se denominó “Chacarita de los Padres” y luego “Chacarita de los Colegiales”. En aquel lugar pasaban sus veranos los estudiantes del Colegio San Ignacio.
Estas tierras tuvieron un gran traspaso de manos. Juan de Garay se las dio a don Juan Fernández de Zarate y de este pasó a poder de Gonzalo de Carabajal, luego paso a manos de María de Carabajal, quien recibió el predio en calidad de dote al contraer matrimonio con Cristóbal Calvo, quien vendió su parte a los religiosos ignacianos.
El Colegio San Ignacio, dirigido por los jesuitas, estaba en la “manzana de las luces”, en la calle Bolívar y junto a la iglesia. Los alumnos internos del colegio pasaban las vacaciones de verano, junto con algunos de sus profesores en las tierras que los jesuitas tenían en el oeste, de ahí el nombre, “La Chacarita de los Colegiales”, o la quinta en donde descansaban los alumnos.
El cementerio, de provisorio a definitivo
La Ciudad sufrió entre 1867 y 1868, una seria epidemia de “cólera morbos” o asiático, entonces de imposible curación. Vivian en Buenos Aires alrededor de 180.000 habitantes y la enfermedad comenzó a atacar a los pobladores casi inmediatamente después de la guerra del Paraguay, posiblemente el virus se traía desde el trópico. En 1867 las victimas mortales fueron 1633 y hubo 5000 afectados.
Como consecuencia de esta epidemia surgió la apremiante necesidad de crear en los alrededores de la Ciudad algún lugar para poder inhumar a las victimas, dado que el cementerio de La Recoleta era insuficiente. El predio se extendía entre las actuales calles Dorrego hasta J. Newbery y de Corrientes hasta Guzmán. Anterior a este, los jesuitas habían formado un camposanto al lado de la capilla que luego se demolió. Con lo cual, el cementerio de los jesuitas fue el primero que funcionó en la zona, luego se amplió el lugar con motivo de la epidemia.
Es interesante notar que el enterratorio de la Chacarita, hoy un gran cementerio, se conformó como solución transitoria para un problema epidémico, dándole carácter de provisorio, aunque los sucesos posteriores obligaron a los responsables a que fuera definitivo.
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Coghlan
La estación del ferrocarril Coghlan dio nacimiento al barrio. El irlandés Juan Coghlan (1824-1890), que primero trabajó para la Municipalidad de Buenos Aires y luego fue técnico de los ferrocarriles ingleses, no debe haber imaginado la significación de su presencia en la Ciudad y en un barrio que nació al año de su muerte (1891) con el tendido del primer tramo del ramal Retiro – Tigre.
Paisaje
El barrio tiene forma de pentágono, dividido por la diagonal que traza la avenida del Tejar de nordeste a sudoeste. Si bien muchas casas poseen sus propios jardines, el barrio también ofrece sus plazoletas, como el sector ubicado en la calle Roosevelt entre Estomba y las vías. El club Inca de Buenos Aires donó la placa de la base del mástil que allí se encuentra, en homenaje a la bandera nacional, el 9 de julio de 1937. La actividad comercial se despliega sobre la Avenida Monroe, entre las avenidas del Tejar y Rómulo Naón. Predominan las viviendas bajas y unifamiliares.
La patrona de los niños
Inaugurada en 1928 por los padres franciscanos capuchinos, la parroquia Santa María de los Ángeles (patrona de los niños de Buenos Aires) es de estilo neorromántico. Posee una enorme cúpula hexagonal, coronada por un copulín que remata en cuatro pináculos con las mismas medidas de la primitiva capilla de Santa María de los Ángeles de Asís (Italia). Es obra del arquitecto Horn. El altar mayor está ubicado debajo de la cúpula. Sobre las paredes laterales hay dos murales modernos hechos por el sacerdote uruguayo Jerónimo Bornias. Uno representa La última cena, teniendo como fondo nuestra Ciudad y el otro a Jesús con los profetas. El templo queda en Rómulo Naón 3250.
Sólo para filósofos
Si usted no lo imagina, la realidad indica que Plutarco y Sócrates son recordados en dos pasajes porteños que están situados en este barrio. Lindas fachadas, árboles, plantas, pájaros y el encanto de lo cotidiano.
Vanguardia
En homenaje al doctor Ignacio Pirovano, medico que actuó en la epidemia de fiebre amarrilla de 1871, se erige el Hospital ubicado actualmente en la avenida Monroe 3555. Este establecimiento no sólo desarrolla actividades médicas y académicas, sino que lleva adelante otros proyectos relacionados con la salud mental. Funcionan así talleres que se concretan en el ámbito del hospital y también en bares y cafés del barrio.
Como arquitectura, vale admirar la capilla del hospital que se aprecia sobre las calles Roque Pérez, Monroe y Rivera.
La torre
Aunque suene extraño, el barrio tiene su propio obelisco. Una torre de ladrillos que se eleva como faro de ventilación de la segunda cloaca máxima de la Ciudad que arranca desde allí. Tiene una altura de 35 metros y se encuentra en la calle Washington 2944.
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Colegiales
Su pasado se encuentra vinculado casi totalmente con el de su vecino Chacarita, habiendo formado parte de lo que fuera la célebre Chacarita de los Colegiales. El crecimiento de la Ciudad dividió en dos barrios las antiguas tierras que conservan no obstante su nomenclatura primitiva. Precisamente su nombre proviene de los alumnos que allí iban a disfrutar de sus vacaciones. Hoy Colegiales crece al ritmo de sus barrios limítrofes, el ya nombrado Chacarita, Belgrano y Palermo, con los cuales en menor medida se confunde en un pasado común.
Desde hace años, nos especializamos tanto en fumigaciones en hogares como en oficinas, sin descontar departamentos, edificios completos o galpones de depósito. Todo recinto a tratar tendrá sus necesidades particulares, y los especialistas logramos el cometido con productos específicos y la mayor seguridad posible para los habitantes. Las empresas de fumigación y control de plagas cuentan con opciones para desratizar o desinsectar cada lugar eficientemente.
Nuestra empresa provee soluciones ante la aparición de intrusos en el barrio de Colegiales. Entre otros animales e insectos, las ratas, cucarachas, pulgas y murciélagos son las plagas más comunes a tratar. Las empresas fumigadoras constituyen la mejor opción para garantizar un control eficaz de especies que puedan afectar nuestro bienestar.
Constitución
Durante los primeros años de vida de Buenos Aires, este barrio era un sitio apartado y una zona de tránsito hacia el sur de la campaña. A fines del siglo XVIII los padres Bethlemitas fundaron, aproximadamente en los terrenos del que hasta hace poco tiempo atrás fuera Hospital Rawson, un hospital al que llamaron de la Convalecencia. En los primeros años del siglo XIX se vió la necesidad de alejar del centro de la ciudad las concentraciones de carretas, y es así como en 1821 se designó a la plaza de la Concepción para cumplir esa función. Dicha plaza, desaparecida al abrirse la avenida 9 de Julio, donde se encontraba en la intersección con la avenida Independencia, pasó a ser así el nuevo mercado de frutos de la ciudad. Años más tarde el mercado de la Concepción ofrecía una lastimosa imagen. Esta situación originó el nacimiento de diversos proyectos tendientes a trasladarlo más hacia el sur. En 1857, a sugerencia del gobernador Pastor Obligado, se instaló el Mercado del Sur del Alto en el terreno municipal limitado por las calles Cochabamba, Salta y Buen Orden (Bernardo de Irigoyen). Poco tiempo después el nuevo mercado recibió el nombre de Constitución. El 14 de agosto de 1865 se libró al público la primera etapa del Ferrocarril del Sud, que salía desde la primitiva estación Constitución, y que a fines de ese año ya llegaba hasta Chascomús. El ferrocarril trajo como consecuencia la desaparición de las viejas carretas. Federalizada ya Buenos Aires, el Intendente Torcuato de Alvear se propuso transformar el mercado en una plaza, y fue así como en 1884, el sector este del mismo se convirtió en un paseo, mientras que el opuesto permaneció cumpliendo su antigua función. El 30 de octubre de 1892 la plaza Constitución es librada al público en su totalidad. Poco antes, el 1º de enero de 1887, el Ferrocarril del Sud había inaugurado una lujosa estación para la época, la que transformó totalmente el aspecto de la zona. La estación sufriría reconstrucciones y ampliaciones con el correr de los años, hasta quedar transformada en el monumental edificio que actualmente ve desfilar a miles de apresurados pasajeros.
Las empresas fumigadoras son la mejor opción para garantizar un control eficaz de especies que puedan afectar nuestro bienestar. Nuestra empresa brinda soluciones en el barrio de Constitución, efectuamos el control de plagas comunes como son cucarachas, ratas y otros roedores, pulgas, murciélagos y otros animales e insectos, tanto por prevención como por intrusión del local.
Nos especializamos tanto en fumigaciones en hogares como en oficinas, sin descontar departamentos, edificios completos. Las empresas de fumigación y control de plagas cuentan con opciones para desratizar o desinsectar cada lugar eficientemente. Cada recinto a fumigar tendrá sus necesidades particulares, y los fumigadores logran el cometido de limpiarlos con productos específicos y la mayor seguridad posible para los habitantes.